Página Web dedicada a recuperar la memoria del pueblo de Santiponce a través de su fotografía.

PERSONAJES Y GRUPOS





Un pueblo con nombres, "motes" y apellidos.

En otros apartados de esta página web hemos dado prioridad siempre al pueblo de Santiponce como escenario. Hemos hecho referencia a sus calles, a sus fiestas, a los acontecimientos importantes que han tenido lugar... En esta sección le toca el turno a su gente, tratándolas individualmente o por pequeños grupos.

Pretendemos en este capítulo hacer una relación de breves biografías (acompañándolas por fotos, claro está) de algunos de los vecinos más conocidos de nuestro pueblo. Lógicamente no podemos dar cabida a todos, sería una labor interminable. Nos queremos centrar en esos personajes que por alguna razón, ya sea por su profesión (panaderos, dueños de bares y comercios...) ya sea por su carácter (protagonistas de alguna anécdota curiosa) o por alguna labor de responsabilidad desempeñada (alcaldes, párrocos, maestros de escuela), han sido más conocidos que otros y han dejado de una manera especial su huella impresa en la memoria de Santiponce.

Aquí es de una importancia vital la ayuda de los familiares o de gente muy allegada a estos personajes para que sean ellos los que nos proporcionen una biografía breve, unas pocas pinceladas que se resuman su vida y obra.

Como decíamos antes, también tienen cabida en este apartado esas agrupaciones de personas que, por la misma razón, sean dignas de mención. Podemos citar a grupos musicales, alineaciones de los distintos equipos de futbol que han existido en nuestro pueblo, cuadrillas de costaleros, bandas de música, etc...

Santiponce es un pueblo relativamente pequeño y más o menos todo el mundo se conoce, al menos de vista. Antes era aún más pequeño y todo el mundo se conocía a la perfección. Nuestra localidad, a diferencia con otras poblaciones cercanas, siempre ha llevado a gala ese concepto de pueblo en el que sus habitantes se conocen por sus nombres, motes y apellidos, en el que sus vecinos se saludan cuando se encuentran por la calle. En esta sección queremos hacer un homenaje a esta particularidad y recordar a todos esa característica tan especial de la que, ya desde antaño, ha gozado nuestro pueblo y que tenemos que conservar para no convertirnos en esas poblaciones o ciudades "deshumanizadas" en las que nadie conoce a nadie y hasta vecinos que viven puerta con puerta no se tratan y agachan la cabeza cuando se cruzan por la acera.

Es bueno que nuestro pueblo crezca en superficie y en población pero no que decrezca en "HUMANIDAD".

Nombres Propios
Julio Moreno Camacho.

Pepe Algaba nos ha proporcionado este curioso artículo publicado por el Correo de Andalucía el 14 de Marzo de 1985 en el que se hace mención a Julio Moreno Camacho, propietario del surtidor más antiguo de España y que estaba situado nada más y nada menos que en Santiponce.

Dicho surtidor estaba situado en la Avda. de Extremadura justo al lado de la Iglesia, frente al Bar Casa Valentín. Cuando se escribe este artículo Julio tiene 93 años y se cuentan varias anécdotas, entre ellas algunas relacionadas con la mismísima familia real.






José Romero Velázquez.




José Romero Velázquez fue un importante empresario de nuestro pueblo, nacido a finales del siglo XIX, relacionado con la agricultura y más concretamente con la industria del tabaco. También fue Jefe de Estación en la línea de ferrocarril “Minas de Cala” que circulaba por el oeste de nuestro pueblo, por el mismo sitio donde actualmente se encuentra la N-630. La estación se situaba exactamente a la altura del Monasterio.



El Corral de Romero.

José Romero era propietario de las fincas “El Duraznillo” y “Los Hayones” donde tenía plantaciones de tabaco. Las manillas de tabaco recogido en dichas fincas eran sometidas posteriormente a un proceso de curación que se hacía en un secadero de su propiedad situado en nuestra localidad.

Muchos recordarán el “Corral de Romero”, una gran finca que se extendía desde el Arroyo del Cernícalo (con el que lindaba por el norte) hasta el cruce de la Avda. de Extremadura con la Avenida Virgen del Rocío (frente a la guardería). A la izquierda de dicho corral se extendía el amplio olivar donde actualmente se erige la Barriada de la Almendra separándola de éste la célebre “pared de Romero”.







En la zona situada más al norte del corral se encontraba el secadero, justo en el sitio donde hoy se erige el nuevo Ayuntamiento.









Muchos conocían esta finca que hemos descrito como “el Corral del Cantina” debido a que los herederos de José vendieron dichos terrenos (secadero incluido) a Juan Artillo Castillo (Cantina).


El almacén de Romero.

José Romero también era propietario de una nave en la Avenida de Extremadura que utilizaba como almacén de grano y aperos de labranza. Esta nave hoy en día tiene una gran importancia para nuestro pueblo ya que es donde se ubica la "Parroquia San Isidoro del Campo y San Geroncio de Itálica”.




Dicho almacén se convirtió en la actual Iglesia de Santiponce de la siguiente manera:

Poco tiempo después del 7 de Enero de 1961, fecha en la que José Romero falleció, sus herederos vendieron una propiedad que incluía dicha nave a Francisco Domínguez López (persona muy conocida en Santiponce ya que fue guardameta del Betis). Al poco tiempo, el Arzobispado de Sevilla comenzó a buscar un lugar en Santiponce para construir un nuevo Templo ya que, por esa fecha, el lugar de culto en nuestra localidad era la Capilla de Santo Tomás que se encontraba en la c/ San Geroncio (junto a la Plaza Doña Saturnina), el cual, era un lugar de dimensiones muy reducidas para un pueblo que iba creciendo cada vez más.

Francisco Domínguez vendió al Arzobispado la nave que había comprado poco tiempo atrás a los herederos de José Romero y fue así cómo dicho lugar se convirtió en el nuevo Templo que fue bendecido el día 22 de Septiembre de 1963 por el Dr. D. José María Bueno Monreal, Cardenal Arzobispo de Sevilla, siendo párroco de Santiponce D. Manuel Moreno Vigara.

Posteriormente a esta fecha, la Capilla de Santo Tomás fue desmantelada y pasó a formar parte de la Casa Rectoral, dándole uso como Escuela Parroquial (el célebre “Colegio del Cura”). La Sagrada Imagen de NTRA. SRA. DEL ROSARIO junto con los enseres y ornamentos litúrgicos fue trasladada a la nueva Parroquia.





El pozo de "El Duraznillo".

Pero si hay un hecho en la biografía de José Romero Velázquez por el que siempre será recordado en Santiponce es el importante papel que jugó allá por el año 1929, una época en la que el agua escaseaba en nuestra localidad y la accesibilidad a la misma era bastante complicada. Ante aquella difícil situación que vivían los vecinos de Santiponce, José Romero puso desinteresadamente a disposición del pueblo el agua de un pozo que había en su finca “El Duraznillo”. Esta finca se encontraba al oeste de la N-630 a la altura del Cortijo “Mi Ranchito” que en aquella época era el lugar por donde circulaba el ferrocarril que conducía hacia las Minas de Cala. Desde dicho pozo se logró canalizar y subir el agua hasta el depósito situado junto al Monasterio y que es popularmente conocido como “La Sanidad”. Al mismo tiempo dicho depósito estaba conectado con las distintas fuentes que había repartidas por el pueblo. Debido a la generosidad de José Romero, a su muerte, se le nombró hijo predilecto de Santiponce y se le puso su nombre a una de sus calles concretamente a la que une El Pajartillo y la c/Siete Revueltas con la c/ Alcalde Cipriano Moreno Montero (antes Murillo) y que hasta esa fecha se denominaba c/ General Fanjul.






A pesar de los distintos cambios de nombre que sufrieron las calles de nuestro pueblo en los años posteriores a la dictadura, el nombre de ésta ha perdurado hasta nuestros días.


Prudencio Rubiano Márquez


Si hubo un personaje singular en Santiponce, ese fue Prudencio. Cabrero de profesión, vivía en el caminillo (Avda. del Arroyo del Cernícalo) (en la casa donde actualmente está la cafetería Isabelina) y junto a su mujer, Isabel, tuvo 3 hijos: Enrique, Isabelina y Manolo.

La fama de este personaje, que traspasaba los límites de nuestro pueblo, se debía a su impresionante apetito. Era tanto lo que podía comer que incluso hacía apuestas. Venía gente de fuera para retarlo y todos salían malparados. Son innumerables las anécdotas de Prudencio y su manera de engullir todo lo que se le ponía por delante. Es famosa aquella del hombre que venía al pueblo vendiendo “meloja” (un líquido oscuro espeso que se hace con miel y extracto de frutas que empalaga una barbaridad). El hombre le preguntó a Prudencio: “Maestro, ¿no quiere una poquita de meloja?” y Prudencio le respondió que cuanto pedía por la jarra entera. El vendedor se dijo para sí mismo que en cuánto le diera dos tragos, con lo que empalagaba el dulce, se le quitarían las ganas y le devolvería de nuevo la jarra. Por esta razón le dijo un precio relativamente bajo, con el que no ganaría nada, pero si le devolvía la jarra prácticamente entera haría el agosto. Ni corto ni perezoso Prudencio pago lo convenido, cogió la jarra y se la bebió entera. El vendedor, que no daba crédito, ese día perdió dinero. Por lo visto, el espeso líquido le dio una sed impresionante y empezó a beber agua y más agua. Cuentan los que lo vieron que debido al volumen que alcanzó su barriga al beber tanto líquido se llegaron a saltar los botones de la camisa.

Otra anécdota muy recordada es la de aquel vendedor que venía de Coria con dos tablas llenas de “Kokis americanos” (cucuruchos de galleta rellenos de clara montada con azúcar y bolitas de anís y que se comían con unas cucharitas de plástico). Cuentan que entre las dos tablas podía haber más de cien kokis. Prudencio le preguntó al vendedor: ¿Cuánto me das si me los como todos?. El vendedor, que claramente no conocía las cualidades de Prudencio, le dijo que si se los comía todos no se los cobraba pero le advirtió que como dejara uno sólo le tendría que pagar el equivalente a cuatro tablas. Prudencio solo dejó las cucharillas de plástico.

Puede pensarse que estas anécdotas son fruto de la exageración de la gente que ha ido fraguando y engordando una leyenda sobre un hombre que comía mucho pero que ni mucho menos era capaz de engullir esas barbaridades de comida. Para que saquen sus propias conclusiones adjuntamos una noticia del periódico ABC que se hizo eco de una de las apuestas más recordadas de Prudencio. Corría el año 1971...




Enseñando la lección (Maestros y Maestras de escuela)
Don Dióscoro Galindo González.



Don Dióscoro Galindo González, nació el 12 de diciembre de 1877 en el número 16 de la Calle del Medio de la localidad vallisoletana de Cigüeñuela. Su padre se llamaba Clemente Galindo y su madre Marcelina González.

Cuando tenía cuatro años sus padres se trasladaron a Madrid, donde pasó su infancia y adolescencia. Fue precisamente en Madrid, y debido a una capa que los hombres de aquella época lucían sobre sus hombros, donde su vida da un brusco giro. Al bajarse de un tranvía, el manto se enganchó y el profesor fue atropellado. La pierna izquierda quedó atrapada en los raíles y el tranvía pasó por encima de ella. Para evitar la muerte por gangrena, los médicos cortaron la extremidad. Aquel accidente truncó los estudios de Veterinaria de Dióscoro, que trasladó su residencia a Valladolid para comenzar la carrera de Magisterio, que finalizó en 1903.

El amor llegó bajo el nombre de Juliana Monge, y se materializó con el nacimiento de su hijo Antonio. Posteriormente vendrían al mundo Nieves y María.

La inquietud del joven Dióscoro le llevó a solicitar continuos cambios de destino, por lo que llegó a impartir clases en el norte de España, Ciudad Real, en la localidad sevillana de Santiponce y, por último, en Pulianas (Granada).

Era un profesor que exigía a sus alumnos una puntualidad exquisita y que no escatimaba un tirón de patillas «cuando alguno se portaba mal», como recuerda su antiguo alumno Francisco Palma. «Pero quería mucho a los niños», matiza. En la memoria de los que le tuvieron por profesor aún perdura el recuerdo de que si un alumno llegaba triste a la escuela, Dióscoro iba a su casa para intentar solucionar el problema.

En la localidad sevillana de Santiponce ejerció concretamente entre los años 1929 y 1934. Fue su último destino antes de trasladarse a Pulianas.






Por lo general, en todos los lugares donde impartió sus clases, las familias apreciaban mucho al maestro ya que participaba en las campañas de alfabetización. Por todos era conocido como 'el cojo'. Sin embargo, en aquellos años que precedieron a la guerra, políticamente muy convulsos, no todos veían con buenos ojos a un declarado librepensador, humanista y, a la vez, ateo, formado en la Institución Libre de Enseñanza, comprometido en la reforma educativa de la República y defensor de la escuela popular y laica.

Desde su llegada a Pulianas no dejó de ganarse enemigos. En Septiembre de 1934, a poco de llegar al pueblo granadino tuvo un incidente con el secretario del Ayuntamiento, Eduardo Barreras, a propósito de la casa que le habían concedido, que al parecer "era poco más que un pesebre". Galindo llegó incluso a dirigirse a Granada a protestar ante el gobernador civil por este hecho. Los incidentes con los altos cargos se sucedieron pero fue precisamente en ese momento cuando “el maestro cojo” comenzó a redactar su propia sentencia de muerte.

Además, en las elecciones del 16 de febrero de 1936 representó en la mesa electoral al Frente Popular y el triunfo de su partido hizo que en la calle se oyeran los gritos de "Viva el maestro nacional de Pulianas". Aquellos vítores sacudieron las puertas de los falangistas que, sobre las dos de la madrugada del 18 de agosto de 1936, se presentaron armados en la casa del maestro para llevárselo a un "supuesto" interrogatorio. "Volverá enseguida", aseguraron a Antonio, hijo del maestro. Aquel interrogatorio que nunca se formuló terminó con una sentencia de muerte subiéndole a un camión con destino a algún lugar entre las localidades granadinas de Víznar y Alfacar, cerca de algún olivo. Dióscoro García tenía 58 años.




El nombre de Dióscoro Galindo González podría haber sido olvidado como el de tantas otras personas que perdieron su vida en la terrible guerra civil que sufrió España (1936-1939) si no fuera porque un golpe del destino hizo que fuera ejecutado junto con uno de los poetas españoles más reconocidos a nivel mundial: Federico García Lorca.




Además del poeta, lo acompañaron en su último viaje dos banderilleros republicanos: Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas a los que aún se les recuerda como unos banderilleros que llegaron a ser bastante famosos en el mundo taurino. En realidad, eran hojalateros y toreaban para sacar un dinero extra.

Además de profesionales taurinos eran militantes en el sindicato anarquista CNT. Galadí y Cabezas se unieron a la resistencia en el Albaicín para hacer frente a los militares golpistas. Tras la caída del popular barrio granadino, fueron delatados y cayeron en manos de sus enemigos. Los dos banderilleros coincidieron con Galindo y Lorca en La Colonia, un cortijo de Víznar que había sido convertido por los falangistas en antesala de la muerte. Allí compartieron sus últimas horas de vida antes de ser asesinados.

Apenas quedan un cartel taurino en el que son anunciados como banderilleros y unas fotos con capote y traje de luces.




Y aunque sólo uno de ellos, Lorca, tenía un nombre público que su muerte hizo aún más grande, los cuatro compartieron la última noche de su vida, el terrorífico paseo nocturno de los condenados a muerte, las balas de los asesinos y, finalmente, compartieron también el abrazo de la misma tierra.

El hecho de que los tres compañeros de fosa del poeta fueran durante muchos años cadáveres anónimos, como tantos otros miles de asesinados durante y después del levantamiento del 36, fue el motivo de que Francisco Vigueras, periodista de TVE, escribiera el libro “Los “paseados” con Lorca: el maestro cojo y los dos banderilleros”, una obra que convierte en protagonistas a esos tres personajes secundarios de la tragedia del poeta.

Ian Gibson, en varios libros de investigación sobre la muerte del Lorca, ya había mencionado la breve relación que existió entre el poeta y sus acompañantes en aquellas últimas horas de vida pero, quizás, Vigueras les de a éstos últimos un mayor protagonismo en su libro.




“Lorca es querido mundialmente; se conoce muy bien su vida y su obra. Y sin embargo, estos personajes que son símbolos de una historia realmente emotiva estaban olvidados. Necesitaban tener vida propia», justificó Vigueras. El libro, fruto de dos años de investigación, recoge los testimonios de los descendientes de Galindo y Galadí (Arcollas no los tuvo) y de los alumnos del maestro en Pulianas y Santiponce.

Francisco Vigueras eligió Santiponce, un lugar unido sentimentalmente con uno de los personajes de aquella historia: el maestro Dióscoro Galindo, como el sitio ideal para la presentación de su libro. Dicho acto tuvo lugar el 5 de Mayo de 2007 en la Casa de la Cultura y acudieron algunos antiguos alumnos del maestro que lo recordaban con cariño ya que, según dijeron, era el hombre que les había enseñado a leer y a escribir, que de alguna forma era como enseñarles a ser hombres libres.


Don José "Bacalao".

Manuel Velázquez (Corona) ha elaborado una breve reseña sobre la vida de este maestro de escuela que tuvo nuestro pueblo:

"Don José (apodado Bacalao) fue un profesor que, aunque no era natural de Santiponce, vivió en nuestro pueblo y contribuyó a la educación de muchos poncinos allá por los años 50.

Vivía con su hija Julia en la calle Pizarro (en la casa que posteriormente pasaría a ser propiedad de Amelia de Carnaval).

Julia estaba casada con Marín, (un Policía Municipal de Sevilla que se jubiló como Sargento) y tenía montada, en lo que fue la cuadra de la casa, un colegio (amiguilla) donde muchos sufrimos los primeros rigores de la enseñanza. A fuerza de sudor y lágrimas (y vuelo de alpargata) aprendimos a hacer los primeros “palotes” en dicha amiguilla donde le ayudaba su padre, Don José “Bacalao”.

Se decía que D. José había sido maestro durante la República y por esta razón no le dejaron ejercer después.

Julia dejó el colegio aunque su padre continuó con él, primero en la misma casa de la calle Pizarro y luego en la casa que anteriormente fue propiedad de Romerito (en la calle Nuestra Señora del Rosario) y también en la posada de Ceferino Velázquez que se encontraba en la calle Mesón. En varios intermedios también les daba clases a los alumnos en sus propias casas. Este profesor no ejerció en colegios nacionales así que sus enseñanzas se podían considerar como clases particulares.




Era un hombre muy delgado, austero y con muy pocos recursos económicos aunque con un gran amor por la enseñanza y con un deseo permanente de que el conocimiento llegase a todo el mundo. Recuerdo que, cuando estábamos jugando en la plaza y él pasaba, lo rodeábamos y nos hacía “cantar” las tablas de sumar, restar, etc.

Las materias más comunes que se impartían en aquella época eran Geografía, Gramática y Matemáticas (la regla de tres simple, le encantaba a este profesor) y todo en base a un solo libro enciclopédico.




El día que murió, fue acompañado hasta el cementerio por sus alumnos, hecho que llamó mucho la atención en el pueblo, ya que era la primera vez que ocurría que tantos chavales acompañaban un entierro."



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Doña Rosario Medina Martínez.

Doña Rosario Medina Martínez fue una maestra de escuela que, aunque era de Sevilla, dio clases durante los años 40 y 50 en nuestro pueblo, concretamente en el Colegio Nacional San Isidoro del Campo, que se encontraba en el antiguo Ayuntamiento (Calle Real).


Esta maestra de escuela, aún hoy día, es recordada con mucho cariño por las que fueron sus alumnas. Incluso tiene una calle dedicada en nuestro pueblo.


Doña Rosario era tía de María Galiana Medina, la actriz ganadora de un Goya que interpreta el papel de la abuela de la serie "Cuéntame". Al igual que su tía, también tiene una calle con su nombre en nuestro pueblo. María Galiana solía pasar largas temporadas en Santiponce junto a su tía que vivió, hasta su jubilación, en una de las casas que estaban frente a la actual guardería y que eran conocidas por la gente como las "casas baratas". En su juventud, María Galiana participó en muchas fiestas y acontecimientos de nuestro pueblo.






Don Santiago López Tamayo y Pérez.


A continuación ponemos a vuestra disposición una fotografía cedida por Antonio Burguillos en la que vemos al maestro Don Santiago López Tamayo y Pérez junto a un grupo de chiquillos que acudían su colegio, que se encontraba en la c/ General Mola, que era el nombre de la actual c/ Las Musas.

Don Santiago fue un maestro muy querido en nuestro pueblo. Aquellos que fueron niños en esa época guardan un recuerdo muy grato de las enseñanzas de aquel buen hombre que en invierno se colocaba una gran boina y un abrigo largo que le llegaba hasta los tobillos y en verano usaba una americana sport. También recuerdan numerosas anécdotas de él como la de la forma que tenía de encender los cigarrillos utilizando el cristal de aquellas gafas que se colocaba casi en la punta de la nariz, o aquella que se daba en los fríos días de invierno. Por lo visto Don Santiago encargaba todas los mañanas a dos niños de la clase a que fueran con un brasero a la Panadería de Manuel García (Corruco), que estaba al lado, y éstos la traían llena de picón para calentar la escuela.




Si alguien reconoce a algún chiquillo de los que aparecen, cuyo nombre no aparece en la relación que adjuntamos en el pie de foto, que no dude en ponerlo en el foro.


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Don Manuel Calvo Fuentes.


Manuel Velázquez (Corona) ha elaborado una breve reseña sobre este profesor que dio clases en nuestro pueblo:

"En el campo de la enseñanza de Santiponce no podemos dejar de nombrar a Manuel Calvo Fuentes. Manuel no era maestro de profesión, trabajaba en un banco, pero era muy culto y además tenía muy buena mano para la docencia. Ambas características las supo aprovechar montando una academia en el número 1 de la Calle Manuel González Rodríguez (Casa Galisteo). En esta academia se impartía enseñanza elemental, mecanografía y Bachiller elemental.

Los profesores que, junto a él, daban clases en la academia en un principio fueron compañeros suyos del banco (como fue el caso de M. Verdún, que vivía en el piso alto de la academia) pero más tarde, cuando la academia tomó cierta envergadura, los profesores pasaron a ser maestros titulados."




Don Eduardo López Granado.

A continuación extraemos un texto del libro "Apodos, anécdotas y vivencias de un pueblo (Santiponce)" publicado por Alfonso Gaviño Cabana en el que habla de D. Eduardo:

"Don Eduardo López Granado merece una mención a parte por el papel que ha desempeñado tanto en la enseñanza como en la vida pública de nuestro pueblo. Según los que le conocían, entre ellos sus alumnos, era un hombre de semblante algo serio pero que no tenía nada que ver con su comportamiento. Por lo visto, con los alumnos era todo lo contrario, cuando debía ponerse serio lo hacía pero si la ocasión lo requería y tenía que gastar una broma, la daba sin más. Fue un gran profesor y amigo de todos, un hombre que fue muy por delante de la época en la que le tocó gobernar el pueblo, ya que, además de profesor, fue alcalde de nuestra localidad (1966-1969). Reconocido por muchos como uno de los mejores alcaldes que jamás tuvimos, innovador y progresista y todo esto en tiempos de dictadura. Un gran hombre, una gran persona y un gran amigo."









Don Lorenzo Godoy Godoy.

Don Lorenzo Godoy Godoy, natural de Almadén (Ciudad Real) (1933) ejerció su profesión de maestro de escuela en Santiponce entre los años 1977 y 1995, año en el que tuvo lugar su jubilación.

Cuando hablamos de Don Lorenzo hablamos, sin lugar a dudas, de una gran persona. Hablamos de ese profesor alegre, simpático, emprendedor, con una creatividad fuera de lo normal y con una particular forma de enseñar y entusiasmar a los alumnos de ciclo medio (alumnos de 3º a 5º de E.G.B.) que eran los cursos de los que se encargaba.




Se enfrentaba día a día a la dura batalla que se libraba en las aulas sin llevar más armas que una guitarra que guardaba con cariño en una funda de cuadros y, de esta manera, con juegos y canciones le quitaba peso a las áridas materias de geografía, matemáticas o lengua. Cada día comenzaba con un nuevo refrán escrito en la pizarra y los alumnos tenían que discurrir sobre su significado. También usaba en sus clases artilugios diseñados y construidos por él mismo, como aquellos mapas (uno físico y otro político) dotados de unas varillas metálicas y una bombilla que se encendía cuando el alumno unía correctamente, con las mencionadas varillas, el río, montaña o provincia con su nombre correspondiente. También solía usar un ajedrez magnético, que él mismo fabricó y colgó en la pared junto a la pizarra para que todos pudieran ver las partidas que tenían lugar entre dos alumnos sentados desde sus pupitres.

Se puede decir de este hombre que “se le caía el techo del aula encima” es por esto que sus alumnos muy a menudo salían de la misma y se dirigían al salón de usos múltiples (para ensayar alguna canción u obra de teatro) o a la biblioteca donde este profesor se empleaba a fondo para que sus alumnos adquiriesen el hábito de la lectura y del cuidado de los libros. Cuando se finalizaba la lectura había que rellenar unas fichas que dieran fe de que los alumnos habían comprendido lo que acababan de leer. Eso cuando no le daba por cruzar las puertas del centro organizando excursiones al Cerro de Santa Brígida, a la estación de tren de San Jerónimo o buscando destinos más lejanos como Córdoba o Chucena (Huelva) (localidad donde también ejerció su labor docente antes de venir a Santiponce durante 16 años (1962-1977) y donde conoció a su esposa: Estrella, natural de dicha localidad).




También era todo un clásico la visita al Coto de Doñana con la que fomentaba en sus alumnos el amor a la Naturaleza y el respeto por el medioambiente. Esto también lo inculcaba en diversas actividades en el colegio como la de sembrar árboles en el patio o la de cuidar un pequeño huerto que se improvisó junto a la tapia que separaba el colegio del monasterio.




El dibujo, las manualidades (trabajos de marquetería y papiroflexia) y la educación física (silbato al cuello) eran las asignaturas donde realmente se lucía e infundía, entre otros, los valores de respeto al profesor y a los compañeros.

En sus años de profesión, a pesar de ser un profesor “atípico”, poco amigo de libros de textos, de los deberes para casa y de las retahílas de los alumnos recitando la lección sin saber realmente lo que estaba saliendo por su boca, no por ello dejó de formar a sus alumnos con maestría, inspirándoles valores fundamentales para su desarrollo como personas y demostrándoles a todos que un alumno se puede divertir aprendiendo y que no es incompatible el aprendizaje de la lección con la música y la risa.


Don Francisco Vera.


Don Francisco Vera fue un profesor que dio clases en Santiponce en las décadas de los 70 y 80, encargándose principalmente de la enseñanza de niños de ciclo medio (de 3º a 5º de E.G.B). Trabajó codo a codo con su compañero, el también profesor, Don Lorenzo Godoy, con quien compartía una visión muy similar del magisterio. Programaban algunas materias para realizarlas conjuntamente: trabajos manuales, música, gimnasia y paseos campestres y urbanos de manera que los alumnos de uno y otro profesor coincidían en numerosas actividades como si de un solo grupo se tratara.

Después de 25 años como maestro en nuestra localidad tuvo que abandonar la enseñanza para dedicarse por completo a su otra profesión en el campo de la sanidad. Los que fueron sus alumnos guardan de él un gratísimo recuerdo.

En la siguiente fotografía podemos observar a Don Francisco Vera rodeado de chiquillos. Parte de ellos eran sus propios alumnos y la otra mitad eran alumnos de Don Lorenzo.




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A Dios Rogando... (Sacerdotes)
Don Amador Menudo Sivianes.



D. Amador Menudo Sivianes fue un joven sacerdote que llegó a Santiponce allá por el año 1958 y, a pesar de que tan sólo estuvo en nuestro pueblo 3 años, (puesto que se marchó en 1961), fue capaz de dejar una profunda huella en el corazón de nuestros vecinos. Tanto es así que aquellos jóvenes de la época lo recuerdan hoy en día con muchísimo cariño. Fue promotor de aquella Romería en la que se llevaba a la Virgen del Rosario al Cortijo de Espinosa. También fue un gran impulsor de las Cruces de Mayo y de la construcción de un nuevo templo que diera cabida a un pueblo que iba creciendo cada día más. Tampoco podemos dejar de mencionar la impresionante labor pastoral que desarrolló y con la que consiguió que todo un pueblo se acercara a la Iglesia.

A lo largo de su vida ha escrito una veintena de libros. Alguno incluso se ha llegado a traducir a otros idiomas. En 2008 a petición del Cardenal Carlos Amigo Vallejo escribió su biografía en un libro llamado “Una vida así, ¿merece la pena?”. En este libro, lógicamente, no podían faltar varios capítulos en los que narra numerosas anécdotas acontecidas durante su estancia en nuestro pueblo.




Hemos querido hacer un resumen, precisamente, de esos capítulos ya que, leyéndolos, nos podemos hacer una idea bastante aproximada del día a día del Santiponce de aquella época, de la manera de pensar de “ese pueblo al que quiso tanto” como lo define literalmente. Es curioso ver los cambios que este joven sacerdote fue capaz de producir en la gente y, al mismo tiempo, los efectos que nuestro pueblo causó en él.

1–Vocación de sacerdote.


Amador nació en el Barrio de Triana en el año 1933. Era el menor de cuatro hermanos y, al mismo tiempo, el más travieso e inquieto de todos ellos. Fue un niño muy comunicativo con un espíritu alegre y jovial al que, desde muy pequeño, se le dio bastante bien la poesía, la pintura y otras muchas artes plásticas. Al mismo tiempo, por aquella época, solía colarse por la Iglesia de San Jacinto donde pasaba mucho tiempo rezando con su corazón de niño.

Su voz era prodigiosa, tanto fue así que era el cantante solista del coro de la parroquia. Su director lo llevó a que lo oyera el canónigo de la Catedral de Sevilla, D. Norberto Almandoz, el cual quedó asombrado y desde ese momento lo incorporó al conjunto de “seises” de la catedral con tan sólo 10 añitos.




Su pasión y habilidades por la música hicieron que la cosa no quedara ahí sino que ingresara en el conservatorio completando estudios de solfeo, piano y canto.

Todos le auguraban un gran porvenir que a este niño en el mundo del arte: en la música, en la escultura o en la pintura. Sin embargo él escogió otro camino mucho más insólito y oculto: el del sacerdocio.

A los 14 años ingresó en el Seminario Menor de Pilas donde estuvo 5 años y posteriormente en el Seminario Mayor de San Telmo donde estuvo otros 7 años más.

Finalmente, fue ordenado sacerdote el 13 de Abril de 1958 por el Cardenal Bueno Monreal en el altar mayor de la Catedral siendo su primer destino un pueblecito a unos 7 Kilómetros de Sevilla llamado Santiponce.


2–Llegada a Santiponce.


Cuando Don Amador llegó a Santiponce el panorama no era muy alentador. Se le enviaba como confesor de los monjes jerónimos del Monasterio y como pastor de los habitantes del pueblo, que por aquel entonces eran unos 4500 aproximadamente, y no les tenían mucho aprecio a los curas, precisamente. A su llegada le contaron que al cura que había estado antes destinado en el pueblo, una vez que había ido a una casa a visitar a un enfermo, nada más abrir la puerta, le tiraron un zapato que le dio en la mismísima cara.

También se le enviaba a Santiponce para que actuara de mediador entre el pueblo y los monjes del Monasterio, sobre todo en las funciones principales y cultos de la Virgen ya que tenían que compartir las mismas estancias del Monasterio y la cosa no siempre acababa del todo bien.




Don Amador se encontró, sencillamente, con un pueblo con una gran devoción a su Virgen del Rosario pero que no iba a Misa. Cuenta en sus memorias que a la primera Misa que celebró asistieron solamente tres personas: la madre de D. Amador, un monaguillo (pagado) y un anciano “de derechas”.

Desde el momento de su llegada fue consciente de que se trataba de un pueblo habitado por buena gente pero que, por diversas cuestiones históricas, había ido fraguando un fuerte odio tanto hacia la Iglesia como hacia los curas. De hecho, Santiponce era conocido como la “Rusia Chica”.

A continuación veremos cómo consiguió ganarse al pueblo entero y cómo acabó celebrando hasta cinco misas cada domingo con la Iglesia llena hasta los topes.


3–La conquista del corazón de un pueblo.


Los superiores que lo destinaron a Santiponce ya le advirtieron que se trataba de un pueblo sin Fe con el que poco o nada se podría hacer así que le aconsejaron que no se sofocara mucho por el frío panorama y que dedicara su tiempo libre, que iba a ser bastante, a desarrollar sus cualidades artísticas: escultura, pintura, etc... Don Amador, a pesar de lo que le habían dicho, no se resignó sino que decidió ponerse manos a la obra, dejar sus inquietudes artísticas aparcadas y dedicarse a lo que realmente importaba: recuperar la Fe del pueblo. Pensó: “Si la gente no va a la Iglesia será la Iglesia quien vaya a ellos”. Así fue como cada día se lanzaba a la calle, a los caminos, a los bares… al encuentro de la gente, a hablar con unos y con otros: hombres, mujeres, niños… Los quería a todos y se propuso que nunca le diría a nadie: “Vaya usted a la Iglesia”.

Cada semana ponía la parroquia en una calle, mandaba a unos chiquillos a que organizaran alguna fiestecilla con cantes y bailes a los que, poco a poco, atraídos por la curiosidad, comenzaba a acudir la gente. Cuando había acudido el público suficiente se subía en una mesa y comenzaba a hablarles, a contarles algún chiste, a interesarse por aquellos que estaban enfermos, etc. También les hablaba de Jesús y de sus enseñanzas pero de un modo muy original: Les contaba el Evangelio leyéndoles unas cartas que supuestamente les había escrito la mismísima Virgen del Rosario, Patrona de Santiponce y por la que el pueblo sentía una gran devoción. Cuando terminaba de leer la carta de la Virgen, los asistentes arrancaban en un gran aplauso. Fue así como la gente comenzó a acudir a escuchar al joven cura en grupos cada vez más numerosos. Con el tiempo, debido a la gran cantidad de público que se agolpaba a su alrededor, tuvo que abandonar la mesa en la que subía y hablarles desde un balcón.


a) Cursillos con los jóvenes:

El hecho de que Don Amador fuera muy joven (25 años) hizo que congeniara a la perfección con el resto de los jóvenes del pueblo.

A los pocos meses de haber llegado organizó unos cursillos que impartió con la ayuda de varios seminaristas de Sevilla cuyo tema era “La persona de Jesús y su amor por más alejados.” Asistieron jóvenes de todas las edades, desde los 16 a los 32 años. Muchos de estos jóvenes asistentes todavía recuerdan hoy en día cómo les impactaron aquellas exposiciones que les animaron a iniciar una vida de piedad.




b) Con los niños:

En el Santiponce de aquella época, la escuela no era, ni por asomo, como la conocemos hoy en día. En primer lugar no todos los niños acudían al colegio y los pocos que lo hacían se distribuían por distintos puntos del pueblo en los que existían pequeñas escuelas que dirigían maestros como Don Eduardo y Don Santiago o maestras como Doña Rosario. Se trataba de escuelas unitarias que normalmente consistían en una modesta habitación en las que coincidían niños o niñas (por separado) de distintas edades y niveles.

No sería hasta 1959 cuando se inauguró en Santiponce la primera Graduada Mixta: Agrupación Escolar Nuestra Señora del Rosario (aquellos colegios viejos sobre los que posteriormente se construyó la actual guardería). Con dicho colegio se iniciaba en nuestro pueblo una nueva era para la enseñanza. Don Amador pudo ver cómo se abrían así las puertas a la total escolarización, a una mejor organización y dotación de medios y al cierre del modelo de escuela unitaria que mantenía separados a niños y niñas.




Pero volvamos a esos años en los que aún no se habían construido los colegios… Don Amador, observando a aquellos chiquillos que andaban por la calle, pensó en darles algún tipo de catequesis, procurando prepararlos, en la medida de sus posibilidades, para que fueran personas de bien.

También creó un grupo de monaguillos, a los que prefería llamar “acólitos” (para darles así más importancia), a los que preparó durante meses e incluso les encargó ropas nuevas para las ceremonias, para que éstas fueran más dignas y reverentes. Estos acólitos no cobraban por su trabajo pero Don Amador los recompensaba llevándolos de excursión a distintos lugares.


















c) Con las jóvenes:

Para lograr establecer contacto con las chicas no tuvo que organizar cursillos o convivencias como hizo con los jóvenes. A ellas les daba charlas en la capilla sobre la vida de la Virgen. Este grupo de muchachas le fue de gran ayuda ya que, desinteresadamente, le echaban una mano a la hora de decorar y preparar los salones parroquiales donde daba las catequesis a los niños y las charlas a los hombres. Fueron ellas las que se encargaron de hacerles los ropajes a los acólitos y otras muchas labores. Entre estas muchachas hubo un pequeño grupo que tenían muy buena voz y Don Amador que era un amante de la música se atrevió a crear con ellas un coro polifónico a tres voces.


d) Con los hombres:

Acercarse a los hombres del pueblo quizá era la tarea más difícil ya que el alejamiento de la Iglesia y del clero estaba más patente y “enquistado” en ellos que en jóvenes y chiquillos. Aun siendo muy consciente de ello, el joven cura no se echó para atrás y para conseguir el acercamiento hizo lo siguiente: aunque él no fumaba siempre solía llevar un paquete de tabaco en el bolsillo y cuando se encontraba con algún hombre por la calle le ofrecía un cigarro:

-¿Quiere usted un cigarrillo?
-Pues sí, Sr. Cura. ¡Vamos a fumarlo!.
-¿Me permite que le acompañe?
-¡Claro que sí!

Con la excusa del cigarro lo acompañaba un buen rato por la calle y ese hombre, a su vez, le iba presentando a otros hombres con los que se iban encontrando e incluso terminaba invitándolo a pasar a su casa para que conociera al resto de su familia. Con esta estrategia consiguió varias cosas: por un lado ya no chocaba, como antes, ver a un sacerdote hablando con unos y otros por la calle. Por otro lado, con tanto cigarro, el pobre cura se convirtió en un fumador empedernido.

Consiguió así que varios grupos de hombres asistieran a unas tertulias que impartía en el salón parroquial. La mayoría de estos hombres eran obreros con media frente blanca en la parte alta y rojiza en la parte baja, debida al el sol que recibía al trabajar en el campo. Eran los mismos que ya habían rechazado en muchas ocasiones a grupos de misioneros que habían venido al pueblo otras veces y que habían dicho, literalmente, que ir a Santiponce era como “pinchar en hueso”.

A las charlas de Don Amador acudían todo tipo de hombres, independientemente de sus ideas políticas, es decir, ya fueran de izquierdas o de derechas, todos coincidían en que era un buen hombre que le estaba haciendo mucho bien al pueblo y eso era lo que importaba.




Resumiendo, podíamos decir que el secreto del éxito de Don Amador en la dura tarea de evangelizar al pueblo de Santiponce consistió en no pensar que la gente debía de acercarse a la Iglesia sino que la Iglesia era la que se tenía que acercar al pueblo, hacerse más accesible y atractiva al mismo.

Un detalle que refleja muy bien este hecho fue el celebrar las misas en castellano y no en latín que era como se celebraban antiguamente. De esta manera la gente podía entenderla y participar más activamente. Este hecho define a Don Amador como un adelantado a su tiempo ya que tendrían que pasar algunos años para que la Iglesia propusiera que la Misa dejara de oficiarse en latín.

Aparte, es innegable que se dio por entero al pueblo, sacrificando su propio descanso ya que apenas dormía unas 3 horas cada día. Se quedaba hasta altas horas de la madrugada en las tertulias y charlas que le daba a los hombres y a la 6 de la mañana ya tenía abierta la capilla que estaba en la c/ San Geroncio (cerca de la Plaza Doña Saturnina). A mediodía, que era cuando hubiera podido descansar algo, era cuando impartía las catequesis a los niños. ¡Cuánto se equivocaban aquellos que le dijeron que iba a tener todo el tiempo del mundo para dedicarse al arte!

4–El legado de Don Amador.

a) Religión y Fiestas: (Cabalgata de Reyes, Cruces de Mayo, Corpus Christi y la Romería).

Don Amador intentó que la gente del pueblo no asociara la Iglesia y la figura del cura a algo malo o negativo, sino más bien todo lo contrario. Por esta razón tuvo un gran interés en que la gente participara y viviera de una manera especial todas aquellas fiestas de tradición cristiana, relacionadas directamente con el culto a Dios.

Así fue como le dio un gran impulso a las Cruces de Mayo así como a la celebración, en Semana Santa, del Triduo Pascual que tenía lugar en el Monasterio. Cuidó hasta el extremo los detalles de decoración del altar, que corrió de su cuenta, situándolo en la línea media de las dos naves del Monasterio, de manera que pudieran participar por igual en los actos tanto el pueblo como los monjes jerónimos. Ya vimos que uno de los objetivos que se le encomendaban a Don Amador al llegar a Santiponce era limar las asperezas que surgían entre el pueblo y los monjes a la hora de los cultos y celebraciones conjuntas. El objetivo lo cumplió a la perfección pues logró la armonía entre los dos “bandos”.

La misma dignidad y empeño le puso a la celebración del Corpus Christi en la que llegó a colocar por las calles unos altavoces que le dejaron unos amigos por los que sonaba música grabada en un magnetófono durante la procesión.

La festividad de los Reyes, en la que además estaban implicados los niños, no iba a ser menos. Uno de sus objetivos fue que ningún niño se quedara sin regalo el día de Reyes, así que después de organizar una cabalgata bellísima, en la Plaza, los Reyes comenzaron a nombrar uno por uno a los niños para entregarles los regalos que previamente sus padres le habían entregado. Don Amador se había encargado previamente de averiguar quiénes eran aquellos niños que, por razones económicas, no esperaban regalos y se hizo cargo de ellos. Cuando los Reyes Magos dijeron los nombres de estos chiquillos y le dieron los presentes, por lo visto eran dignas de ver sus caras y aún más las de sus padres.




Pero si tenemos que nombrar una fiesta de carácter religioso en la que Don Amador puso un empeño especial para que el pueblo la viviera, esa fue, sin duda, la Romería.

Nada más llegar a Santiponce se dio cuenta de la gran devoción que la gente profesaba a su Virgen del Rosario y del gran poder de congregación que tenía la Patrona. Por otro lado observó que había varios tipos de familias en el pueblo, algunas bastante acomodadas y otras más humildes. Don Amador pensó que sería muy beneficioso que esas familias, independientemente de su nivel social o económico, convivieran aunque sólo fuera por un día.

De esta manera, pensó que si ponía a caminar la imagen de la Virgen como romera, arrastraría tras Ella a todo el pueblo. Fue así como habló con Don Cristóbal Pérez Saturnino, propietario de una finca situada a las afueras de la población, quién prestó generosamente el lugar. Se trataba de una finca de naranjos que contaba con una hacienda, conocida por todos como el Cortijo de Espinosa. Todo el pueblo se presentó allí, muchos fueron a pie, otros en carros adornados y algunos a caballo. Las familias se fueron acomodando a la sombra generosa de los árboles, iniciándose una convivencia que fue todo un éxito. Por la tarde se celebró la Eucaristía en el patio interior del cortijo y los jóvenes pasearon a la Virgen con los brazos en alto mientras todos cantaban.

La romería tuvo tal impacto que siguió celebrándose durante varios años, incluso mucho después de que Don Amador se marchase del pueblo.








b) Un nuevo Templo para Santiponce.

Conforme la labor pastoral de Don Amador iba avanzando y la gente iba acudiendo cada vez más a la capilla-parroquia de Santo Tomás situada en la c/ San Geroncio, ésta comenzó a quedarse pequeña.

Además, el Monasterio quedaba alejado del pueblo y la carretera que lo unía, por aquella época era bastante estrecha, peligrosa, oscura, resbaladiza en los días de lluvia y sin arcén. Poco accesible para la gente mayor y los niños.

Consciente del problema, ni corto ni perezoso, el joven cura se presentó en Madrid en el Ministerio de la Vivienda a pedir una subvención para la construcción de un nuevo templo. El Ministro sorprendido por el arrojo de Don Amador se comprometió a dárselo.

Encargó el diseño del nuevo templo a unos arquitectos e incluso tenía pensada cómo sería la decoración, que correría de su cuenta. Comenta en sus memorias que tenía pensado adornar todo el interior de la Iglesia con teselas de los mosaicos que había por los campos que rodeaban el pueblo y que afloraban en cuanto se comenzaban a arar los terrenos. Se lo comentó a los chiquillos y éstos le traían latas llenas de todos los colores.

Al ser destinado en 1961 por sus superiores a otro lugar, no pudo ver realizado su proyecto. El sacerdote que lo sucedió, Don Manuel Moreno Vigara fue quién vio terminado el sueño de Don Amador al inaugurarse en 1963 la Parroquia en el antiguo almacén de José Romero Velázquez.


5–Despedida de Santiponce.


Al cumplirse tres años exactos de su llegada a Santiponce, en septiembre de 1961, el Cardenal Bueno Monreal lo reclamó para un nuevo destino: el Seminario Menor de Pilas, por lo que tuvo que dejar el pueblo, prácticamente de un día para otro.

Cuando se enteró de la noticia no le quiso decir nada a nadie. En aquellos tres años había llegado a establecer unos fuertes lazos con mucha gente del pueblo y no quería despedidas dolorosas, ni para una parte ni para otra. Además, quería dejar libre el camino a su sucesor y pensó que el tener avisada a la gente de su marcha podía crear algún tipo de prejuicio hacia el nuevo sacerdote y por nada del mundo quería obstaculizar su labor.

Comenta en sus memorias que hubiera sido feliz si pudiera haber seguido rodeado de tan buena gente durante toda su vida y que se fue en un momento en el que le quedaba mucho por hacer, pero él debía obediencia a sus superiores y no tenía más remedio que irse cediendo el testigo a Don Manuel Moreno Vigara quien se convertiría en el nuevo párroco de Santiponce.


6–Otros destinos.


Después de su despedida de Santiponce, como hemos dicho antes, se dirigió al Seminario Menor de Pilas y durante 7 años fue padre espiritual y formador de seminaristas, dotando a sus clases de ese aire cercano, renovador y entregado que siempre lo caracterizó.

Posteriormente se fue a Roma donde permaneció 3 años realizando varias tesis y licenciándose en Teología Dogmática y en Arte Sagrado, obteniendo además el doctorado en Teología Moral.

Tras estos tres años pasó a ser profesor en el C.E.T. (Centro de Estudios Teológicos) donde formó a más de veinte generaciones de sacerdotes diocesanos y religiosos, alternando sus clases con conferencias que dio por toda España y Latinoamérica.

En 1990 comenzó su labor como director, guionista y presentador de un programa de televisión que se emitió durante 8 años en Canal Sur y que se llamó “Buenas noches nos dé Dios”. La dirección de otro programa en Radio Nacional de España cuyo título era “Buenos días nos dé Dios” completó su labor en los medios de comunicación.


7–Santiponce en el recuerdo.


En el Año 2008, Don Amador cumplió 75 años, 50 de sacerdote.

Durante este medio siglo de vida consagrada al sacerdocio rechazó en varias ocasiones el nombramiento a canónigo y obispo entre otras dignidades eclesiásticas.

Mientras que sus superiores le encomendaban puestos de relevancia en uno y otro lugar él sólo pedía que le asignaran una parroquia que llevar adelante, necesitaba el contacto con la gente de la calle, le daba igual la parroquia que le asignaran: “Deme la parroquia que no quiera nadie” llegó a pedir literalmente. Pero nunca se la dieron.

Don Amador siempre conservará en su memoria la “primera y única” parroquia que le fue asignada, aunque sólo fuera por un tiempo muy breve, aquella a la que llegó en el año 1958, recién ordenado sacerdote, contando con tan sólo 25 años. Ese pueblo era Santiponce “el pueblo al que quiso tanto”.

Precisamente en ese año 2008, en el que cumplía sus bodas de Oro, tuvo lugar la Coronación Canónica de Nuestra señora del Rosario y fue todo un detalle el que Don Amador viniera a Santiponce para oficiar la misa que se celebró aquel sábado día 11 de octubre delante del paso de la Virgen, horas antes de su “Salida Procesional de Gloria” que tendría lugar esa misma tarde.




Desde su paso, ya coronada, la Virgen pudo contemplar una vez más a aquel sacerdote que 50 años antes la había llevado a la finca de Espinosa, arrastrando tras Ella a todo el pueblo de Santiponce.




D. Manuel Moreno Vigara (el Cordobés).

Don Manuel Moreno Vigara, hijo de Antonio y Celedonia, nació el día 2 de Agosto de 1929 en Belalcázar (Córdoba) y siendo pequeño pasó una infancia no llena de dificultades, hasta que apadrinado por una de las señoras más ricas de su pueblo, Ana Rosales de Cárdenas, entró en el seminario. Su personalidad le llevó a salirse del mismo e ingresar en la academia de Ubeda de la Guardia Civil, siguiendo la tradición familiar ya que su padre, Antonio, y sus dos hermanos, Angel y Fermín, eran guardias civiles. Terminando dicha academia en el año 1949 fue destinado a la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid, pero pronto se dio cuenta de que ese no era su camino y a los siete u ocho años volvió al seminario ordenándose sacerdote.

En el año 1961 fue nombrado párroco de la localidad sevillana de Santiponce que, por aquel entonces, aún tenía la sede en el Monasterio de San Isidoro del Campo, ocupando así el puesto que dejó vacante el anterior párroco Don Amador Menudo Sivianes.

Era un sacerdote moderno y progresista, muy preparado intelectualmente, por lo que el Cardenal Bueno Monreal le propuso irse a Roma. Don Manuel rechazó dicho traslado optando por seguir con su labor en Santiponce, donde se le conocería con el apodo de "el cordobés".

Durante su corta estancia en Santiponce siguió llevando a cabo con los proyectos instauradas por Don Amador, entre ellos la Romería de Espinosa.






Siendo párroco Don Manuel, el 22 de Septiembre de 1963, se inaugura el actual templo parroquial en la Avenida de Extremadura trasladándose la imagen de Ntra. Sra. del Rosario desde la pequeña capilla de Santo Tomás situada en la calle San Geroncio.

El acto de bendición exterior lo ofició Don Manuel, por delegación del cardenal arzobispo doctor Bueno Monreal quién se reservó la bendición interior.




A pesar de su corta estancia en Santiponce fue una persona muy querida en la localidad por su implicación y ayuda a los más necesitados.


En 1964, la Iglesia Católica decidió destinarlo como profesor de Teología a la Universidad parisina de La Sorbona y, por tanto, abandona Santiponce.

En París toma contacto muy activamente con la política e incluso se conoce que participó en el famoso “mayo francés” de 1968.

Por diversas razones terminó colgando los hábitos, por lo que tuvo que dejar de impartir Teología en la universidad parisina pasando a ser profesor de Lengua y Literatura Española. Durante estos años él no dejó de venir a España.

Tras su jubilación, Manuel Moreno vivió a caballo entre Córdoba y su pueblo, Belalcázar. Al mismo tiempo disfrutaba de la tranquilidad de su retiro y dedicaba buena parte de su tiempo a leer y a escribir y a pasear por los alrededores de su pueblo. Muchos vecinos aún lo recuerdan en sus continuos paseos por el monte Malagón o por una ermita cercana.

Al morir, el 8 de Mayo de 2003, dejó escrito en su testamento que la totalidad de sus bienes fueran legados al pueblo que lo vio nacer, Belalcázar. Su deseo fue que tanto sus viviendas como su biblioteca, que contenía más de mil libros, y su pinacoteca, con innumerables óleos y lienzos, pasaran a ser del pueblo y se usaran con fines benéficos y culturales.

Con esta última decisión, Manuel Moreno Vigara terminó su vida como la vivió durante 74 años, transmitiendo a todos los que le rodeaban su inmensa cultura, forjada a lo largo de los años con muchas horas de trabajo, estudio, lectura y tertulias..., demostrando una vez más el enorme amor que sentía por su pueblo y por sus gentes ya que murió con la mirada puesta en el enriquecimiento cultural y artístico del pueblo en general.




Recientemente encontramos en internet un blog cuya intención principal es la de dar a conocer el pueblo de Belalcázar y por ende la comarca de los Pedroches. La dirección del blog es la siguiente: http://belalcazar-cordoba.blogspot.com.es

El blog tiene numerosos enlaces que dan información sobre todo lo referente al pueblo y la comarca: historia, patrones, fiestas, fauna, flora, etc. Lógicamente no puede faltar en dicho blog una sección de “personajes importantes” del pueblo donde, por supuesto, se hace referencia a Don Manuel Moreno Vigara, uno de sus grandes benefactores ya que, a su muerte, legó un importante patrimonio al pueblo de Belalcázar para el enriquecimiento cultural del mismo.

Ha sido una gran sorpresa para nosotros encontrarnos en dicho blog un manuscrito, en el que Don Manuel, de su puño y letra, describe con todo lujo de detalles como fue la toma de posesión del cargo de párroco de Santiponce una vez que Don Amador Menudo Sivianes se marchara en 1961.

Lo adjuntamos, a continuación, con su correspondiente transcripción:




MANUSCRITO DE LA TOMA DE POSESIÓN DE PÁRROCO DE SANTIPONCE

"Tomé posesión de la parroquia de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla), el día 4 de Octubre de 1961. La villa celebraba la festividad de su Patrona y de Fiestas Locales denominadas “Feria” daban comienzo igualmente en ese día.

Ordenado Sacerdote por el Cardenal – Arzobispo de Sevilla, José Mª Bueno Monreal, en la capilla del palacio Arzobispal hispalense el domingo 23 de julio de ese año, el Prelado de la archidiócesis me anunció el nombramiento de Cura – Ecónomo de Santiponce, cuatro días mas tarde, con estas palabras: Te envío a la llamada “Rusia Chica”. Te aguardan no pocas dificultades, pero con la gracia de Dios y mi propia ayuda, tengo la certeza de que tu labor sacerdotal ha de ser meritoria y eficaz.

Designado párroco de Santiponce, viajé a esa villa para entrevistarme con el cura saliente, Amador Menudo Sivianes, quien me presentó al entonces presidente de la Junta Parroquial y médico de la localidad Antonio Díaz Clemente. Luego regresé a Córdoba, donde el día 25 de Julio había celebrado mi primera misa solemne (iglesia parroquial de San Francisco, en memoria y recuerdo del Sacerdote Miguel Vigara Ruiz-Moyano, pariente de mamá quien durante no pocos años ejerció como cura-párroco y fue canónigo de la Catedral de Córdoba).

A primeros de agosto, en situación de interino, el cardenal – arzobispo me envió al pueblo gaditano de Espera próximo a Brenes y Arco de la Frontera, que entonces formaban parte de la archidiócesis hispalense y hoy están integrados en el nuevo obispado de Jerez, para sustituir al párroco Juan Manuel Cazorla Baena mientras este asistía a un curso de verano en la universidad santanderina de Menéndez Pelayo. Permanecí algo mas de un mes y me correspondió predicar el quinario de las fiestas del Cristo de la villa. La experiencia de esos días fue de mucho provecho para mi futuro ejercicio sacerdotal en Santiponce: Bauticé a niños y niñas, celebré esponsales, asistí a moribundos, oficié funerales, hice uso del confesionario, recibí a jóvenes que acudían a mi despacho para consultarme sus problemas, mantuve reuniones con los feligreses de la parroquia, etc. Allí recibí la visita de un íntimo amigo: el sacerdote abulense Celso Fernández Marcos, con quien me desplace a Cádiz y Jerez en visita relámpago de 24 horas.

A mediados de septiembre, invitado por un primo de mi padre (José Moreno Soto, inspector veterinario) fui a pasar unos días con el y su familia a Macarena (Granada), de esos días (algo mas de una semana) guardo un grato recuerdo. Mi tío, su compañera y mis primos me acompañaron a mis visitas a la Alhambra y rincones típicos de la bella ciudad granadina.

De regreso a Córdoba, preparé mi llegada a Santiponce. Acompañándome mama y el clérigo Juan Balmisa. En la entrada del monasterio-parroquia dándome la bienvenida el arcipreste de Itálica (cura de la algaba) Luciano Fernández, y el que fuera cura ecónomo de San Isidoro del Campo y ejercía en ese momento de párroco en Llerena Manuel Mellado. Así como el alcalde de Santiponce, Pedro Castillo, concejales, juez de paz, maestros y un grupo de feligreses (no demasiado numeroso). La misa fue celebrada por Manuel Mellado quién (tras la lectura del evangelio) hizo mi presentación y me cedió la palabra. Fueron las primeras que pronuncié en presencia de mis feligreses. Terminada la función religiosa, las autoridades ofreciéronme un ágape en una plazoleta de la villa, situada frente al bar-peña sevillista. Por la tarde se celebró la procesión de la Patrona por las calles del pueblo. Tras la imagen, revestido de capa y estola, iba yo presidiendo el acto.

Los días siguientes los dediqué a tomar contacto con organizaciones parroquiales y a conocer los problemas sociales de muchas familias.

Transcurrido un mes, iniciamos la constitución de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la renovación de la junta parroquial (manteniendo al médico Díaz Clemente como presidente de ésta).

Permanecí al frente de la parroquia (inaugurando un nuevo templo el 22 de septiembre de 1963) hasta finales de agosto de 1964. Me sucedió en la dirección de la parroquia, el sacerdote Rafael Gómez Gálvez. En 1966, dos años después de instalarme en París, abandoné la vida eclesiástica.

Manuel Moreno Vigara."


Fue una gran sorpresa encontrar este manuscrito, pero aún más curioso fue para nosotros observar como, junto al mismo, en dicho blog, había una foto muy antigua de Ntra. Sra. del Rosario que seguramente, Don Manuel, guardaría celosamente entre sus documentos. Fue sacerdote de Santiponce entre los años 1961 y 1964 por lo que la foto de la Virgen debe pertenecer a esos años.




Equipos de Fútbol

Nuestro pueblo ha tenido varios equipos de fútbol a lo largo de su historia, el Itálica, el Racing Italicense, el C.D. Santiponce, el U.D. Barriada... Iniciamos con esta fotografía una nueva línea dentro de esta sección de "Personajes y Grupos" en el que intentaremos recopilar, con la ayuda de todos vosotros, fotografías de las distintas alineaciones que han tenido cada uno de estos equipos a lo largo de los años. Todo el que conozca la historia y la trayectoria de estos equipos (cual existió antes, cual después, quiénes jugaban...) que no dude en ponerse en contacto con nosotros a través del foro, de nuestra dirección de correo electrónico o de Facebook.

C.D. SANTIPONCE
Peñas
Peña Cultural Sevillista.
Inauguración de la primera sede de la Peña Sevillista (Agosto 1963)



Al iniciarse el año 1963 un grupo de sevillistas de nuestro pueblo decidieron hacer realidad un proyecto que llevaba algún tiempo rondando por sus cabezas, fundar una Peña Cultural con la intención de agrupar y unir a todos los aficionados y seguidores del Sevilla C.F. de Santiponce y que, a su vez, sirviera para fomentar el deporte y elevar el nivel cultural de todos sus asociados.

El lugar donde se celebró la primera reunión de constitución de dicha Peña fue el local de los sindicatos (C.N.S.), ya que aún no contaba con un local propio.

La Peña Cultural Sevillista de Santiponce se constituyó finalmente el 5 de Febrero de 1963. Ese día la Comisión Organizadora se reunió en Asamblea General para constituir oficialmente dicha Peña, nombrándose la primera Junta Directiva. Su Régimen Interior quedaba legislado por unos Estatutos redactados por la Comisión Organizadora que ya habían sido aprobados un mes antes, concretamente el 9 de Enero de ese mismo año, por el Ministerio de la Gobernación.

La primera Junta Directiva que salió elegida aquel 5 de Febrero de 1963 constaba de los siguientes miembros:


Presidente:

Manuel Barrios Reyes

Vicepresidente:

Felipe Camacho Romero

Secretario:

Juan Antonio Peláez Ortiz

Tesorero:

Antonio Ruíz-Burruecos Luque

Bibliotecario:

Rafael García González

Vocales:

José Osuna Escobar
Manuel González Fuentes
Diego Carmona Rodríguez
Manuel Ortega León


Fue unos meses más tarde, en agosto de ese mismo año, cuando se pudo inaugurar el nuevo domicilio social en la c/ General Primo de Rivera, nº 2 (actualmente c/ Alcalde Cipriano Moreno Montero). Este local, donde actualmente se encuentra la Peluquería Alfonso, fue la sede de la Peña Sevillista de Santiponce durante prácticamente 30 años hasta que en 1992 se inaugurara la nueva sede en la c/ Rodrigo Caro, nº 19 donde ha permanecido durante estos últimos 20 años.




A continuación os mostramos varias fotos del día de la inauguración de aquella primera sede en el mes de Agosto de 1963.












Artistas
Rocío Vega Farfán (La Niña de la Alfalfa)



Rocío Vega Farfán, conocida en el mundo artístico como "La Niña de la Alfalfa", nació en la población sevillana de Santiponce en 1895.

Aunque no nació en Sevilla, muy pronto sus padres se vinieron a vivir a la capital andaluza, concretamente a la calle de Boteros en pleno barrio de la Alfalfa, donde creció la chiquilla. En el año 1916 cantó su primera saeta. Fue a la Virgen del Refugio. Su madre le escribía las letras que cantaba, y con motivo de un mal que la niña tuvo en los ojos le escribió esta oración que Rocío cantó al pasar por la Alfalfa la Virgen de San Bernardo:


Madre mía del Refugio,
Tú has sido mi intercesora,
me has devuelto la salud,
¡Hermosísima Señora!
que a mis ojos diste luz.


Se armó tal alboroto que al día siguiente vino a buscar a su padre el conserje del Círculo de Labradores, que era amigo de éste, para que la niña cantase al paso del Señor del Gran Poder. Pero tendría que hacerlo, por estar prohibida la entrada al sexo femenino, desde el último balcón, y así lo hizo. ¡Qué lío, madre! La bulla de la gente por conocer a la diminuta cantaora fue tanta que hasta rompieron los cristales de los escaparates de las tiendas vecinas. Inmediatamente la hicieron bajar, y no fueron ni una ni dos, sino muchas las saetas que tuvo que cantar, hasta las claras del día.

Galerín, periodista de la época, indagaba para hacerle un reportaje y preguntaba: ¿De dónde es esa niña? Unos dijeron que era de Camas; otros que de Santiponce, y los más que la niña era de la Alfalfa. Y así nació La Niña de la Alfalfa artísticamente.

A los pocos días del “suceso” de la calle Sierpes, el presidente la hizo venir. Faltando diez o doce días para la Feria de Abril, y como se esperaba la llegada de los Reyes, y habiendo sido preparados grandes agasajos en su honor, pensaron que uno de ellos podría ser un recital de la pequeña artista.

Pusieron un decorado más o menos bonito, y entre cortinas cantó Rocío, acompañada a la guitarra por Antonio Moreno, por guajiras, peteneras, tientos... Al oír su voz, Doña Victoria Eugenia se interesó por ella y por sus saetas. Rocío le dijo que su saeta estaba inspirada en el pregón de la sentencia de Santiponce, y que por eso tenía ese sabor místico y reminiscencias de salmos religiosos. Quiso oír la soberana esa mezcla de carceleras, martinetes y salmos, y al escucharla quedó maravillada.

Al terminar su saeta, el Rey, que estaba un tanto alejado del grupo, se acercó con una copa en la mano y levantándola dijo: “Hoy brindo por ti, y te proclamo reina de la saeta.” Don Luis Benjumea, presidente del Círculo, no cabía en sí de puro gozo. Don Alfonso le preguntó si le gustarla estudiar canto, y al decir que sí ordenó que le costeasen los estudios y, además, dispuso que se le pasara una pensión vitalicia, la cual cobró varios años.

El día de la Virgen de los Reyes fue a su casa don Eduardo Torres, por entonces maestro de la capilla de la Catedral de Sevilla, para comunicarle que estaba aprobado el presupuesto para costear sus estudios y educar su voz.

A los pocos años de hacerse popular, vinieron los hermanos Álvarez Quintero para rogarle que cantase una saeta entre cortinas en la obra “Malvaloca”, que habrían de estrenar en breve a beneficio de la actriz Carmen Cobeñas. Cuando la Niña de la Alfalfa cantó su saeta se organizó tal barullo que se hubo de detener la obra durante un rato, pues los aplausos no dejaban proseguir. Al finalizar la representación hubo de cantar durante horas. Los hermanos Quintero, en agradecimiento, le regalaron un abanico (que aún conservaba) dedicada con la siguiente letra:


Es tu saeta canción,
que hasta el cielo se levanta,
grito de tu corazón.
Que al pasar por tu garganta
se convierte en oración.


Durante ocho años estudió sin descanso con el maestro Luis Álvarez Daudet. Los inolvidables Infantes de Sevilla, don Carlos y doña Luisa, promovieron un beneficio para que pudiese ir a Madrid, donde, tras un examen privado, aprobó y debutó en el Teatro Real con Miguel Fleta y Ofelia Nieto, alcanzando un gran éxito.

Después fue a Italia y perfeccionó estudios con el tenor Anselmi. En 1923 debutó en Sevilla. En el teatro Cervantes actuaba Margarita Xirgu; en el San Fernando, Casimiro Orta, y en el teatro Lloréns, Rocío Vega con Hipólito Lázaro.

Varios Ayuntamientos de España quisieron obsequiar al Papa Pío XI con los cantos religiosos de su región, y Sevilla envió en una arqueta de plata, grabaciones de los campanilleros, el canto de los seises de la Catedral y la saeta de la Niña de la Alfalfa.

Merece mención aparte la vinculación de Rocío Vega con la Virgen de la Estrella, pues siendo ya saetera de fama, a mediados de los años 20, debido a los muchos esfuerzos a los que sometió su voz llegó a perderla casi por completo. Su madre la llevó a Cádiz, para que la curase el doctor Portela. Éste le dijo que tendría que operarla, aunque no confiaba en el resultado. Le puso un tratamiento y le dijo que volviese para ser intervenida. En la misma estación, en el suelo, encontró una estampa pisoteada de la Virgen y le dijo a su madre: “Mira, mamá, es la Virgen de la Estrella de San Jacinto. Por qué no me llevas a verla y le pedimos que me cure.” Y dicho y hecho. Madre e hija se dirigieron a la Virgen y le prometieron que si la curaba iría todos los años a cantarle, estuviese donde estuviese. A los pocos días marcharon a Cádiz, y el médico se quedó boquiabierto, pues ya no había que operar.

Al llegar el Domingo de Ramos estaba Rocío entre la gente, y cuando asomó a la puerta la bellísima Señora, con mucho miedo, rompió a cantar y le dijo:


Madre mía de la Estrella,
aquí me tiene otra vez,
a cumplirte la promesa
que en tu santa iglesia eché
de cantarte mi saeta.


Y la Niña de la Alfalfa ya no faltó nunca a su cita con la Estrella como también dejó dicho en otra de sus saetas:


Madre mía de la Estrella
en Ti yo tengo mi Fe.
Tu Estrella guía mi "vía"
por eso yo te cantaré
"tos" los años este día.


Fue tan fiel a su promesa que en el año 1932, en plena Segunda República, no salieron las hermandades a la calle, pero la Virgen de la Estrella, “La Valiente”, sí lo hizo. Como queda relatado en la prensa de la época, fue una estación de penitencia muy convulsa donde hubo incluso tiroteos. Pero allí estaba Rocío Vega, ante la puerta del Ayuntamiento donde todas las autoridades habían recibido a dicha hermandad aquel Domingo de Ramos, para cantarle a su Virgen:


Se ha dicho en el banco azul,
que España ya no es cristiana
Pero aunque sea republicana
aquí quien manda eres Tú,
Estrella de la mañana.


Cuando la Virgen terminó de cruzar el Puente de Triana y arrió en el Altozano volvió a cantarle:


Estrella de Noche y Día
que al Altozano llegaste
sana y salva, Madre mía
por eso a mí no me cabe
en el pecho la alegría.


Tuvo grandes contratos, dentro y fuera de España, pero por el amor a su madre ciega y su gran cariño a Sevilla y a la Semana Santa todo lo abandonó. Conoce a su esposo, don José Montes funcionario de nuestro Ayuntamiento, se casa y construye un feliz matrimonio… Pero jamás dejó de cantar saetas a las imágenes de Sevilla, atrayendo la expectación cofradiera en su barrio de la Alfalfa, cantando bien en la recoleta calle Boteros, a la cofradía del Cristo de Burgos, de San Pedro, o desde un balcón de la casa número 3 (sobre el bar Manolo), en el corazón del barrio; o a la Virgen de la Amargura o a la Esperanza… pero siempre, siempre sin olvidarse de su Virgen de la Estrella.

Por eso, al crearse la Junta de Damas de la Hermandad de la Estrella, lo primero que se hizo fue rendirle merecido homenaje, haciéndola hermana de honor. En plena cuaresma, al finalizar los cultos de la hermandad, fueron todos a su casa (pues ella no podía salir a la calle), y capitaneados por su hermano mayor Rafael Medina, le llevaron la medalla de la hermandad y una placa con su nombramiento.

Culminó la obra de las mujeres de la Estrella cuando se consiguió que se le descubriese un azulejo en la Alfalfa, donde ella empezó a cantar, cosa que desde la hermandad de la Estrella se le pidió al Ayuntamiento. Les prometieron que así se haría, y así se hizo: El día 15 de diciembre de 1974, a la una de la tarde, quedó el nombre de Rocío Vega Farfán grabado para siempre, justo al lado de un balcón, ya que en los hierros de muchos balcones de Sevilla se enredó más de una vez la voz de esta mujer sencilla, que rezándole a nuestras Vírgenes se iba dejando en el aire jirones de su corazón.




Todavía cuando la llevaban desde su habitación de la clínica a recibir su sesión de cobalto recordaba los versos que le dedicaran grandes poetas, como José María Pemán y tantos otros. Ella se hacía poeta y le musitaba esta oración a la Virgen:


Balconcito de la Estrella,
donde tanto he “salío” a verte,
pa” decirte muchas cosas.
¡Todas las que Tú mereces!
Pero aún hay muchas más
¡Las que mi corazón siente!

Aunque no puedo expresar
porque me encuentro,
¡No sé!, como inerte.
Pero aún puedo decirte,
¡Virgencita! ¡La Valiente!
es que me encuentro enfermita
y no puedo ir a verte.

Y si Dios me recogiera
porque lo crea conveniente,
en el lugar donde esté
siempre te tendré presenté.


Tomó parte en distintos espectáculos, entre ellos, en 1947, en "Pasan las coplas", con Pepe Marchena.

Cantó hasta el año 65, y su última saeta fue a la Estrella, en 1969, año en que dejó de salir a la calle aquejada de un tumor maligno, que acabó llevándola al sepulcro el día 16 de Julio de 1975.



A continuación pueden escuchar una de las peteneras que cantaba la Niña de la Alfalfa, concretamente: "Sevilla , qué grande eres"




El siguiente archivo de audio recoge una grabación que se hizo en disco de pizarra, en la misma Campana de Sevilla, en una Semana Santa de mediados de los años 50.


Aquí se puede apreciar la calidad de voz de nuestra paisana y por qué se ganó el sobrenombre de "Reina de las Saetas".






Las Marcheneras



A principios de los años 60 irrumpieron con fuerza en el mundo de la canción, más concretamente en el campo del flamenco, “Las Marcheneras”. Se trataba de un dúo compuesto por María Jesús Molina Romero y Leonor Blanco Morgado.

Observando el nombre del conjunto puede pensarse que sus componentes eran de Marchena pero no era así. María Jesús es natural de Santiponce y Leonor de Valencina de la Concepción. El nombre se debió al descubridor y padrino artístico de éstas que era nada más y nada menos que el mismísimo Pepe Marchena, quien las bautizó con ese nombre haciendo mención al pueblo natal y apellido artístico del cantaor.

Para más señas, diremos que María Jesús, nuestra paisana, es además prima hermana del maestro del toreo Curro Romero.



Los inicios.

Las dos componentes se conocieron en el año 1959 en una la academia que el maestro Pepe Pinto tenía en la Gran Plaza de Sevilla. En dicho lugar el compositor impartía clases de piano al mismo tiempo que su esposa, Carmelita, las daba de baile. María Jesús comienza a asistir a dicha academia de baile con tan sólo 16 años y allí conoce a Leonor Blanco, una chica de 23 años que tenía una voz prodigiosa y que, por aquel tiempo, solía acompañar a Pepe Marchena en sus espectáculos. Rápidamente Marchena, que además era amigo de Curro Romero, se fija en el talento que María Jesús tiene para el cante y decide incorporarla a su espectáculo de verano donde, además de Leonor iban otros artistas de la talla de Luquita de Marchena, la Niña de la Puebla, Adelfa Soto, Manolo “el Malagueño”, Antonio “el Sevillano” y la Perla de Cádiz.

Marchena con un gran interés en el lucimiento de las chicas observaba que se trataba de un espectáculo muy amplio en el que las voces de María Jesús y Leonor (que por aquel entonces actuaban por separado) no brillaban lo suficiente por lo que les propuso que prepararan alguna canción a dúo. Fue precisamente en la Plaza de Toros de Murcia donde debutaron como dúo con el tema “Un hombre del Campo”. Ese día actuaban delante de Pepe Marchena y, justo después de acabar la canción, recibieron una gran ovación por parte del público que pedía que cantaran de nuevo. Al no llevar más que una canción en su repertorio la tuvieron que repetir hasta en tres ocasiones a petición del respetable que quedó encandilado con el dúo. La previsión del cantaor había sido todo un éxito.

Junto a Pepe Marchena estuvieron cantando tres años. Empezaron recorriendo las localidades andaluzas de Morón de la Frontera, Puebla de Cazalla, Paradas y por supuesto, Marchena pero posteriormente continuaron su andadura con el cantaor por toda la geografía española recorriendo los mejores teatros y plazas de toros del país. Ampliaron su repertorio preparando y ensayando más canciones, tanto individualmente (María Jesús interpretaba temas de Adelfa Soto mientras Leonor solía elegir canciones de Valderrama) como a dúo, con las que realmente adquirieron su popularidad.


El primer disco.

Durante estos primeros años en los que actuaron con Pepe Marchena, el cantaor grabó su famosa “Antología el Cante” con la casa BELTER, discográfica que se había fundado unos años antes, concretamente en 1954, en Barcelona. (Como curiosidad diremos que BELTER era un acrónimo creado a partir de los nombres de las esposas de los fundadores del estudio, IsaBEL y TEResa). Aprovechando la presencia del cantaor en la discográfica, éste hizo las gestiones oportunas para que sus “ahijadas artísticas” grabaran algún disco. Fue en ese momento en el que las bautizó con el nombre por el que posteriormente serían conocidas en el mundo de la canción: “Las Marcheneras”.




Los derechos de autor impedían que pudieran grabar las canciones que solían interpretar en sus espectáculos, que generalmente eran temas de otros cantantes. Por esta razón tuvieron que cambiarle las letras a las canciones. Así, el tema “Yo soy un hombre del campo” pasó a ser “En la cubierta del barco”, “El preso número 9” se convirtió en “Al penal llega mi novio”, etc... La encargada de hacer todas las correcciones en las letras fue Leonor, la compañera de María Jesús, quién demostró de esta manera que su arte no sólo se limitaba a tener una bonita voz sino que, además, su pluma no tenía desperdicio ninguno.



Acompañando a los grandes de la canción.

Pero dejemos a un lado los estudios de grabación y volvamos a los escenarios. Tras esos 3 primeros años en los que acompañaron a Pepe Marchena continuaron su andadura por el mundo de la canción durante 12 años más, mano a mano con otras primeras figuras del flamenco que las contrataban para que formaran parte de sus espectáculos y con los que recorrieron infinidad de lugares. Trabajaron con artistas de la talla de Juanito Valderrama, Marifé de Triana, Farina, la Niña de Antequera o Curro de Utrera. No habían terminado un contrato cuando ya estaban firmando otro. Los artistas las esperaban para incluirlas en sus espectáculos pues eran muy aclamadas por el público.

En los espectáculos organizados por Juanito Valderrama, compartieron cartel con Juanito Maravillas, Paquito Montoya y Lola Montes. Durante esa época intervinieron en un festival en el que participaban Los Gaditanos, Los Hermanos Toronjo, Los Paquiros y Los Hermanos Valderrama. Se trataba de un espectáculo de cinco dúos en el que el único compuesto por mujeres era el de “Las Marcheneras”.




Actuaron junto a Manolo Escobar cuando presentó su famoso “Porompompero” y con Enrique Montoya cuando grabó su tema “Esperanza”. También trabajaron con Antonio Fernández “Fosforito” durante tres meses, justo en la época en la que recibió la llave de Oro del Cante.

Pisaron teatros de la importancia del Calderón y el Price de Madrid o los desaparecidos Teatro San Fernando y Cine Emperador, situados en las c/Tetuán y c/Pagés del Corro de Sevilla respectivamente.

Intercalaban las tablas de los escenarios con los programas que emitían las emisoras de radio como Radio-Sevilla.


En 1964 encabezaron el súper espectáculo de variedades “Bombones twist-flamenco rock”, junto a Finita Lozano, Tona Sanz y Farina II presentado de igual forma en el Cine Emperador de Sevilla y el Teatro Primitivo de Baeza (Jaén).








A finales de 1966 en el Teatro San Fernando (c/ Tetuán), Sevilla brinda un homenaje de despedida a Juan Valderrama que se denominó “Todos contra mí”. Allí actuaron junto a la Niña de Antequera, Curro de Utrera, El Chocolate, Lolita Valderrama -sobrina del cantaor-, Benito de Mérida, Jesús Heredia y Tere Medina.




Uno de sus últimos contratos, a mediados de los 70, lo firmaron con una artista peruana conocida como la Princesa Inca, que tenía una voz prodigiosa. En dicho espectáculo con el que recorrieron toda España y Marruecos coincidieron con el Ballet de Antonio el Bailarín, las cinco Hermanas Benítez y las Hermanas Alcaide.



El final del dúo y su legado.

Finalmente en 1975, tras 15 años sobre las tablas, Leonor Blanco contrae matrimonio y como consecuencia el dúo “Las Marcheneras” se disuelve. Ninguna de sus componentes volvió a pisar nunca un escenario. Actualmente, María Jesús sigue viviendo en Santiponce, su pueblo natal, mientras que su compañera Leonor, (quién fue madre de dos hijas) marchó a Murcia donde reside actualmente.

Atrás quedaron aquellas voces alegres de Las Marcheneras que sonaban en la radio a todas horas, aquellas giras por toda España, aquellas noches de coplas en teatros y plazas de toros junto a importantes figuras de la canción. Desapareció aquel entrañable dúo pero nos legaron para la posteridad innumerables anécdotas y recuerdos además de un gran número de canciones inmortalizadas en aquellos singles de vinilo que grabaron con la casa BELTER a lo largo de la década de los 60 y primera mitad de los 70.




"Las Marcheneras" empastaban muy bien sus voces teniendo en cuenta que en los años 60 este tipo de dúos armónicos eran prácticamente una novedad. Además era un dúo compuesto por mujeres que tampoco era lo normal.

Otra característica de este conjunto era que sus temas incitaban a la felicidad y no a la lágrima. Entre ellos citaremos “El veriguai”, “Salero de mis zapatos”, “Los achares del queré”, “Vivir sufriendo”, “Española”, “Ovejitas y pastores”, “Bailando bajo la luna” o “Por Fiesta en Cabra”.

En sus “Sevillanas de la Placeta” las oíamos cantar:

“Camino de Sevilla
van mis amores
en un caballo blanco
-van mis amores-,
en un caballo blanco
lleno de flores.
Flores hermosas
-mi amor en su carita-
flores hermosas
-mi amor en su carita-
lleva dos rosas."


En su copla “Era una rosa encendía” decían:

"Un pañuelo blanco y rojo
yo te quiero regalar,
'pa' que te pueda secar
las lágrimas de tus ojos
cuando tenga que llorar."


Famosas fueron sus hermosas bulerías tituladas “Las contrabandistas del Estrecho” con letra del Maestro Arroyo y música popular con reminiscencias de "El Vito" y “Anda jaleo”.

"Con el vito, vito, vito...
Con el vito, vito, vito va...
La naranja es amarilla,
la sandía 'colorá'.
Somos las contrabandistas
y venimos del Estrecho,
con mi caballo zaino
y mi caballo careto.
Anda jaleo, jaleo,
ya se acabó el alboroto
y ahora empieza el tiroteo."


En una de sus Sevillanas cantaban:

"Brilla en el cielo
un lucerito blanco,
brilla en el cielo,
seguro son tus ojos
que son de fuego.
Fuego sería
y yo con mis caricias
lo apagaría."


En su repertorio no faltaban los fandangos, algunos con letras muy curiosas:

"Una rosa y un jazmín
se enamoraron un día
y consagraron su vida
a escaparse del jardín
donde presos los tenían".




A continuación ponemos a vuestra disposición un LP de "Las Marcheneras" fechado en 1973 que nos ha proporcionado nuestra paisana María Jesús Molina Romero, una de las componentes de aquel dúo. Dicho disco ofrece una recopilación de los 12 temas más aplaudidos de "Las Marcheneras" a lo largo de su trayectoria musical.

Se trata de una auténtica joya que hemos conseguido digitalizar aunque conservando el característico sonido de la aguja sobre el vinilo.






Como indican las pegatinas de los discos de vinilos que aparecen arriba Las Marcheneras son acompañadas a la guitarra en estas grabaciones por Paquito Simón, Rafael López y Pepe Isla. En alguna de estos temas, como ocurre en la canción “Por Pascua o Semana Santa” que apareció en su primer disco son jaleadas por el propio Pepe Marchena.